lunes, 11 de julio de 2016

Dicen, que antiguamente la gente aymara podía encontrarse y conversar hasta con las estrellas. De allí que relatan que en tiempos muy antiguos, en las cercanías del LagoTiticaca, en la temporada en que las chacras empezaban a tener los primeros productos, por las noches alguien arrancaba las matas de las papas, pero había un joven que cuidaba laschacras, por lo que una noche quiso sorprender al ladrón de las chacras. Así en la nocheaparecieron varias jóvenes campesinas, entonces atrapó a una de ellas, huyendo lasdemás, por lo que de inmediato tenía que llevarlo donde el mayku , pero casi al amanecer la joven se convierte en ave y se fue volando hacia lo alto hasta llegar a donde suscompañeras que eran las estrellas, de lo que el joven se quedó admirado. Pero al díasiguiente se fue donde el cóndor para suplicarle que le llevara donde las estrellas quehabían huido de la tierra, entonces el condor lo condujo a donde la joven estrella. Ella vivió junto al joven alimentándolo con quinua, así el joven quería regresar a la tierra para ver asus padres. La estrella envió quinua, desconocida en la tierra, desde entonces se siembra laquinua para que sirva de alimento al aimara, producto que hasta entonces era desconocidapor la humanidad.
Un arte
El arte de perder se domina fácilmente;
tantas cosas parecen decididas a extraviarse
que su pérdida no es ningún desastre.
Pierde algo cada día. Acepta la angustia
de las llaves perdidas, de las horas derrochadas en vano.
El arte de perder se domina fácilmente.
Después entrénate en perder más lejos, en perder más rápido:
lugares y nombres, los sitios a los que pensabas viajar.
Ninguna de esas pérdidas ocasionará el desastre.
Perdí el reloj de mi madre. Y mira, se me fue
la última o la penúltima de mis tres casas amadas.
El arte de perder se domina fácilmente.
Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aun más:
algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.
Los extraño, pero no fue un desastre.
Incluso al perderte (la voz bromista, el gesto
que amo) no habré mentido. Es indudable
que el arte de perder se domina fácilmente,
así parezca (¡escríbelo!) un desastre.
Elizabeth Bishop (1911-1979)